Más que una canción, Nightmare se vuelve un susurro compartido desde el borde del colapso. Branson y Hailey no hacen duetos; se buscan entre escombros emocionales, repitiendo ecos de una historia que nadie ha escuchado en voz alta. El beat, envuelto en nubes densas de reverbs y minimalismo lo-fi, sostiene una narrativa en dónde el dolor no es grito, sino, costumbre.
Las voces se entrelazan sin tocarse del todo. Él habla desde el letargo de quien ha vivido demasiado sin sentir nada. Ella canta desde un pasado que no quiere irse, dónde el amor fue una promesa rota y el vacío se hizo casa. Aquí cada linea parece una confesión guardada demasiado tiempo, soltada al aire con el deseo de ser escuchada.
No hay estribillos explosivos ni cierres catárticos; hay grietas que vibran. «Now I’m just a ghost with a song» es ese epitafio verdadero que no consuela, pero el tema sabe que es lo que tienes que escuchar.






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