Al fin una plegaria psicodelica para el verano. Esta canción se desliza como un suelo febril entre Mellotron, vocoder y aromas orientales. Es un tema que no se apura, pero si flota. Más que una canción, se parece más a un limbo entre estaciones en dónde el tiempo se hace liquido.

Desde el primer segundo, la atmósfera nos atrapa; las flautas pintan un paisaje de hijas doradas y cielos nublados, mientras que la voz procesada y lejana, funciona como un mantra, es un canto que busca permanencias. La producción se va por lo ritualista, con capas a que se entrelazan como espirales de incienso, y un ritmo que nos arrastra.

Es perfecta para que te pierdas un rato y no quieras volver. Si alguna vez deseaste que el sol se apagara suave sobre tu espalda mientras el otoño entra por tu ventana, esta es tu canción ideal. Este guiño místico te dejará un eco en el pecho.

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