Tomar un clásico disco-pop como Dancing Queen y sumergirlo en una tormenta de guitarras distorsionadas, gritos desgarrados y una vibra absolutamente emo no solo es osado, es brillante. Este cover post-hardcore transforma el brillo y el glamour de ABBA en un viaje emocional lleno de angustia, tensión y energía cruda.
La ironía está presente desde el primer acorde; ese beat que alguna vez hizo brillar pistas de baile ahora suena como si saliera de una sala de ensayo sudorosa al borde del colapso emocional. Las melodías icónicas siguen ahí, pero ahora gritan desde lo más profundo del pecho.
La interpretación vocal navega entre la melancolía y la furia, mientras los arreglos potentes revisten esta canción de una capa totalmente nueva; ahora es más oscura, más intensa, pero igual de pegajosa e icónica.
Es Dancing Queen, pero ahora se baila en mosh pits y llora en baños públicos. Una versión que no busca complacer, sino reimaginar, con toda la actitud del emo-core.






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