Rabiosa, descarada y sin filtros, esta canción es puro punk rock con sed de venganza. En un poco más de tres minutos, la banda convierte el despecho en hechizo y canaliza toda esa furia post-ruptura en una especie de ritual sónico para maldecir a sus exes; con distorsión, actitud y una sonrisa malvada.

Desde el primer acorde, el tema se lanza con guitarras aceleradas y una batería que escupe golpes como si fueran escupitajos de despecho. La letra, filosa y llena de sarcasmo, no se anda con sutilezas, aquí no hay espacio para la melancolía, solo para soltar lo que quedó atorado en la garganta y prenderle fuego al recuerdo. El coro es tan pegajoso como venenoso, perfecto para gritarlo a todo pulmón con tus amigas mientras queman fotos viejas.

Este es el tipo de canción que convierte el dolor en poder, el llanto en carcajada y el adiós en liberación. Es un hechizo punk para sacarte a alguien del pecho… y dejarlo bien maldito en el proceso.

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