Desde el primer riff, esta pieza instrumental del nuevo álbum de Cider Minds, prende como motor viejo pero afinado con cariño. No hay letra que narre, pero no hace falta, las guitarras lo cuentan todo. Bajo el mando de un sonido más rocoso y acelerado, el track se despliega como una persecución en carretera abierta, con curvas melódicas y solos que chispean pura electricidad.
El toque colaborativo se siente en cada compás. Anders Zetterlund entra con solos que parecen salidos de una jam setentera en Marte, mientras Robert Jönson pinta el fondo con capas de teclado y un Moog que flota entre lo etéreo y lo funky, como neblina con ritmo. Todo suena orgánico, pero bien armado, como si cada músico se conectara telepáticamente al mismo pulso.
Este instrumental es puro classic rock con alma cinematográfica; fácilmente podrías verlo sonando en los créditos de una película donde nadie gana, pero todos sobreviven. Sin voz, pero con mucho qué decir, esta canción se siente como un tributo a las raíces del género, pero con mirada fresca. Es un rock clásico, pero con aire nuevo.






Deja un comentario