Cruda, veloz y sin filtros. Esta canción es un golpe directo al pecho, no solo por su fuerza sónica, sino por el mensaje que arde bajo cada acorde, el de la lucha contra uno mismo, ese fuego interno que a veces quema más que cualquier rabia externa.
El ritmo es implacable, con riffs que raspan como papel de lija y una batería que no cede ni por un parpadeo. Hay algo casi terapéutico en la agresividad, en realidad no es violencia gratuita, es exorcismo. La voz, más que gritar, escupe verdades, está saturada de furia, y también de cansancio, como si cada verso fuera un intento más por liberarse del peso mental.
Es hardcore en su esencia más honesta, es ruidoso, rápido, urgente, pero con alma. Es una canción para gritar contigo mismo hasta quedarte sin aliento.






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