Esta rola de folk rock es como una caminata soleada con los amigos que te hacen sentir en casa. Alegre, ligera y con ese pulso acústico que te mueve sin pedir permiso. Desde los primeros acordes, la guitarra te invita a seguir el ritmo, mientras la batería le da empuje y el órgano añade una calidez vintage que envuelve todo con pura buena vibra.
Tiene ese sabor a tarde de verano, a carretera sin rumbo fijo mientras justamente el sol se esta escondiendo, a historias que se cuentan entre risas y cafés. No necesita complicarse porque su encanto está en lo directo, en cómo captura momentos sencillos que se sienten gigantes.
La voz, honesta y cercana, se mezcla con la instrumentación de forma natural, creando una atmósfera que te hace querer cantar el coro con la ventana abierta. Es ese tipo de canción que te encuentra sin buscarla y se queda contigo porque tiene alma y porque tiene flow.
Este es un folk rock del bueno, con corazón indie y espíritu libre. Es una de esas joyas que levantan el ánimo y te recuerdan lo bonito de lo simple.






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