La nada azul no solo se escucha, también se experimenta. Déymano nos lanza de cabeza a un universo onírico en donde el tiempo se disuelve y las imágenes flotan entre luz y sombra. Es rock psicodélico del bueno, con una base alterna sólida, cambios inesperados y un lirismo cargado de misticismo.
Desde la primera línea, la canción se siente como un sueño lúcido, con montañas de cristal, Babel, espectros, música hecha de luz. Hay algo profundamente íntimo en esta mezcla de maravilla, vértigo y confusión, como cuando despiertas de un sueño tan vívido que deja huella en el pecho.
Las dinámicas musicales suben y bajan como olas emocionales. Los riffs se enroscan en sí mismos, la batería se acelera y frena con intención, y la voz, a ratos lejana y a ratos incisiva, nos guía en este viaje astral.
Déymano tan solo abre una puerta y nos invita a cruzarla, sabiendo que, al final del viaje, tal vez no regresemos iguales.
Es un tema para flotar, temblar y volver a tocar el misterio.






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